La Inteligencia Artificial (IA), como concepto y desarrollo tecnológico, no representa en sí misma una novedad. Sin embargo, en los últimos años hemos asistido a una evolución acelerada de herramientas generativas que resultan útiles para multitud de tareas, entre ellas, la creación de contenido. Este fenómeno representa un cambio de paradigma.
Y es que, en este campo profesional en el que me ha tocado caminar desde hace algunas décadas, he podido comprobar en primera persona cómo la influencia de la IA está siendo particularmente profunda. Ha transformado radicalmente la forma en que se produce, distribuye y consume la información, representando tanto un desafío como una oportunidad sin precedentes.
Automatización de tareas y generación de contenido
Sin duda, uno de los impactos más evidentes de la Inteligencia Artificial en la comunicación es la automatización de tareas operativas. El desarrollo de chatbots, la redacción automática de noticias y los sistemas de análisis de datos permiten ahorrar tiempo y mejorar la eficiencia.
Además, también ha cambiado la manera en que se genera contenido. Plataformas como ChatGPT (Generative Pre-trained Transformer) pueden redactar artículos, generar titulares llamativos e incluso proponer temas relevantes a partir del análisis de tendencias. De hecho, llegan a desarrollar planes completos de comunicación y asuntos públicos.
No obstante, es esencial no perder de vista que todo contenido debe tener como base los conocimientos y criterios de los profesionales de la comunicación. Por muy sofisticadas que sean estas herramientas, sus resultados todavía están lejos de sustituir el valor del pensamiento humano.
Por ello, es clave que nuestra industria adquiera nuevas competencias como saber interpretar datos, verificar información generada por máquinas y saber adaptarla a formatos interactivos e innovadores que integran texto, voz, imagen y video.
La ética en el uso de la IA
Hacer un uso ético de la Inteligencia Artificial es crucial para su correcta aplicación en la comunicación. De entrada, todo profesional está obligado a conocer las herramientas, sus falencias y alcances para hacer un uso responsable, informado, veraz y seguro de dichas tecnologías.
Las agencias de comunicación y asuntos públicos, por ejemplo, debemos ser transparentes respecto al uso de plataformas de IA en nuestros proyectos y contenidos. Es importante que los clientes comprendan cómo y para qué las utilizamos y que se sientan cómodos con ello.
Del mismo modo, las audiencias tienen derecho a saber cuándo se ha empleado IA en la generación de contenidos. Esto ayuda a prevenir la desinformación y un uso indebido de datos.
Otro aspecto ético a tener en cuenta es el cumplimiento de la legislación vigente —y la que está en desarrollo— en torno a la Inteligencia Artificial. La protección de la privacidad y los datos personales es ya objeto de regulación en distintos países. Utilizar sin autorización información o imágenes de terceros ya ha dado lugar a propuestas normativas para salvaguardar la intimidad.
Así, los comunicólogos debemos ser defensores de la ética en la era digital, promoviendo el uso responsable de estas tecnologías y asegurando que la comunicación siga siendo un puente humano, no una barrera impersonal.
¿Amenaza o aliada?
Lejos de sustituir nuestro trabajo, la Inteligencia Artificial redefine nuestro papel. No representa una amenaza, sino una poderosa aliada que puede fortalecer nuestra profesión si se emplea con criterio, responsabilidad y creatividad.
La clave está en adaptarse, en mantenerse en constante aprendizaje y en asumir un rol activo en el desarrollo y supervisión de estas herramientas. En esta nueva era digital, nuestra misión es humanizar la tecnología, preservar el pensamiento crítico y ético y liderar el cambio hacia una sociedad más informada, conectada y consciente.